Hay que fijarse en las características físicas del terreno y en la disponibilidad de agua y de sustancias minerales. La profundidad debe estar comprendida entre 80 centímetros y 3 metros. Los terrenos no deben ser excesivamente sueltos ni excesivamente compactos. Los suelos que contienen elementos finos (limos y, sobre todo, arcillas) son más fértiles que aquéllos en los que estos elementos finos no se presentan; sin embargo, un exceso de arcilla es siempre perjudicial.
El pH debe ser de moderadamente ácido a moderadamente alcalino. Hay que evitar los suelos con alto contenido de caliza activa en profundidad y los suelos salinos. Las necesidades de agua de los chopos pueden ser satisfechas fácilmente cuando existe una capa freática próxima a la superficie del terreno; en caso contrario, deberá aportarse el agua mediante riegos; pero es importante que no haya encharcamientos temporales de aguas no circulantes ni encharcamientos permanentes de cualquier clase.